jueves, 18 de febrero de 2010

UN GORDITO EN MI CABEZA

UN GORDITO EN MI CABEZA

Es la burla del barrio, la mofa de un pueblo, el payaso del circo, pero aseguro, es un amigo perfecto, de esos que te dan risa y a la vez ternura, mi amigo el OBESO, el gordito de la cuadra, mi parcero del alma, se llama Joseph… el gordito Joseph. En uno de sus fantásticos viajes, que hace normalmente, dentro de su descomunal mente, se encontraba escuchando, una pequeña, pero muy deleitable OBERTURA, si no estoy mal, creo que era de Mozart, la verdad no sé bien, lo que si se, es que la utilizaba para calmar sus insaciables y permanentes nervios, que por cierto le causaban mal y dolor, dolores del alma, de esos que te hacen morir, sin poder hacerlo. Su imaginación impredecible, lo poso dentro de pastos verdes, rodeado de aves exóticas y manantiales puros y cristalinos, en un hermoso y alucinante OASIS. En el centro de aquel mágico lugar, se encontraba empotrado un gigante y viejo OBELISCO, la verdad era extraño, y a su lado un OBISPO, cuya misión u OBJETO, era OBEDECER y responder a las preguntas de Joseph, se llamaba Alberto, un anciano de canas blancas como la plata, con ojos adormilados, y según me conto mi amigo Joseph, muy sabio.

Joseph le dijo tranquila y pausadamente: “amigo Alberto, dígame usted, pues yo no sé la verdad” y mirando pensativo al cielo, continuo diciendo: “más bien respóndeme ¿Cuál es el OBJETIVO de la humanidad? Porque todos parecen estar perdidos y son como zombies en un pantano oscuro, y yo no quiero ser uno de ellos.”

El sabio OBISPO Alberto, miro a mí querido OBESO, y con una sonrisa humilde y carismática le contesto: “pequeño sagaz, pues veras, primero quisiera OBJETAR, contra todo eso disque del amar, que ha tomado un rumbo OBLICUO y apartado de Dios, se ha dividido como el mar y el cielo” entonces, tomándolo del hombro, de manera especial, como se ¡merece el gordito!, caminando por aquel paisaje paralizante, continuo diciéndole: “muchas veces el amor nos hace parecer incoherentes y tontos, pero no es para mas, aquel sentimiento es tan perfecto, que no sabemos ni actuar, es tan inentendible para nosotros, que no sabemos qué pensar, y eso, amigo Joseph, es precisamente lo que nos trae mal.”

Joseph me dijo, que la verdad no entendió nada, ni una coma, pero que la paso muy bien, ya que al final, el gran Alberto le resumió diciendo: “¡Mira!, el fin general de la humanidad, es crear amor, pasión e ilusión, porque eso tiene una energía tan grande, que hace girar al mundo día tras día, y tu mi amigo, tienes de basta y sobra, y créeme que es tan fuerte tu energía, que puedes atraer todo lo que tú quieras, siempre y cuando no interrumpa el curso natural de la voluntad de Dios, tu creador”

Las lagrimas que rosaban los rosados cachetones de Joseph, brillaban por si solas, lo sorprendente, es que yo, si encontrarme presente en el sueño, en el sueño de Joseph, pude ver la claridad de sus gotas puras y deslumbrantes. Luego de contarme su historia Joseph durmió, en su permanente habitación, en la mente del escritor que propuso hacer de esta una pequeña inspiración.

Oscar David Rojas Aguilar

Santa Marta, Colombia

1 de Febrero de 2010

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